Capítulo 6: Auxiliares del Servicio de 
				Educación Cristiana
					SECCIÓN A: Asociación Teológica de 
					América Latina (ATAL)
					CONSTITUCIÓN
					ARTÍCULO III. VERDADES FUNDAMENTALES
					La ATAL apoya las declaraciones de las 
					verdades fundamentales de las Asambleas de Dios.
					1. DECLARACIÓN DE VERDADES FUNDAMENTALES
					La Biblia es nuestra regla suficiente de fe 
					y práctica. Esta declaración de verdades fundamentales tiene 
					por objeto simplemente ser una base para la confraternidad 
					entre nosotros (“…que todos hablemos una misma cosa,” 1ª 
					Corintios 1:10; Hechos 2:42). La fraseología que se usa en 
					esta declaración no es inspirada, ni disputada, pero la 
					verdad que se presenta se considera esencial para un 
					ministerio del evangelio completo. No se afirma que esta 
					declaración contenga toda la verdad bíblica, sólo que abarca 
					nuestra necesidad tocante a estas doctrinas fundamentales.
					1.1 LA INSPIRACIÓN DE LAS ESCRITURAS
					Las escrituras, tanto el Antiguo como el 
					Nuevo Testamentos, son verbalmente inspiradas por Dios y son 
					la revelación de Dios para el hombre, la regla infalible y 
					autoritaria de fe y conducta (2 Timoteo 3:15-17; 1 
					Tesalonicenses 2:13; 2 Pedro 1:21).
					1.2 EL ÚNICO DIOS VERDADERO
					El único Dios verdadero se ha revelado 
					como el eterno existente en sí mismo “YO SOY”, el Creador 
					del cielo y de la tierra y el Redentor de la humanidad. Se 
					ha revelado también los principios de relación y asociación 
					como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo (Deuteronomio 
					6:4; Isaías 43:10, 11; Mateo 28:19: Lucas 3:22).
					LA DEIDAD ADORABLE
					1.2.1 Definición de vocablos
					Los términos trinidad y personas, según 
					se relacionan con la Deidad, aunque no se encuentran en la 
					Biblia, son vocablos que están en armonía con ella, por lo 
					tanto podemos comunicar a los demás nuestro entendimiento 
					inmediato de la doctrina de Cristo respecto al Ser de Dios, 
					según se distingue de “muchos dioses y muchos señores.” Por 
					tanto, podemos hablar debidamente del Señor nuestro Dios, 
					que es un solo Señor, como una Trinidad o como un Ser de 
					tres personas, sin apartarnos por ello de las enseñanzas 
					bíblicas (como ejemplo, Mateo 28:19; 2 Corintio 13:14; Juan 
					14:16, 17).
					1.2.2 Distinción y relación en la Deidad
					Cristo enseñó una distinción de personas 
					en la Deidad que expresó en términos específicos de 
					relación, como Padre, Hijo, y Espíritu Santo, pero que esta 
					distinción y relación, en lo que a su forma se refiere es 
					inescrutable e incomprensible, pues la Biblia no lo explica 
					(Lucas 1:35; 1 Corintios 1:24; Mateo 11:25-27; 2 Corintios 
					13:14; 1 Juan 1:3, 4). 
					1.2.3 Unidad del Único Ser del Padre, del 
					Hijo, y del Espíritu Santo
					Por lo tanto, de la misma manera, hay eso 
					en el Padre que lo constituye Padre y no Hijo; hay eso en el 
					Hijo que lo constituye Hijo y no Padre, y hay eso en el 
					Espíritu Santo que lo constituye el Espíritu Santo y no 
					Padre ni Hijo. Por lo que el Padre es el Engendrador, el 
					Hijo es el Engendrado; y el Espíritu Santo es él que procede 
					del Padre y del Hijo. Así que, por cuanto estas tres 
					personas pues de la Deidad están en un estado de unidad, 
					existe un solo Señor Dios Todopoderoso y tiene un solo 
					nombre (Juan 1:18; 15:26; 17:11, 21; Zacarías 14:9).
					1.2.4 Identidad y la cooperación en la 
					Deidad
					El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo no 
					son idénticos en lo que respecta a persona, ni se los 
					confunde en cuanto a relación; ni están divididos en cuanto 
					a la Deidad; ni opuestos en cuanto a cooperación. El Hijo 
					está en el Padre y el Padre está en el Hijo en cuanto a 
					relación. El Hijo está con el Padre y el Padre está con el 
					Hijo, en cuanto a confraternidad. El Padre no procede del 
					Hijo, sino el Hijo procede del Padre, en lo que respecta a 
					autoridad. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, 
					en cuanto a naturaleza, relación, cooperación, y autoridad. 
					Por tanto, ninguna de las personas de la Deidad existe ni 
					opera separada o independientemente de las otras (Juan 
					5:17-30, 32, 37; 8:17, 18).
					1.2.5 El título Señor Jesucristo
					El título Señor Jesucristo en un nombre 
					propio. En el Nuevo Testamento nunca se aplica al Padre ni 
					al Espíritu Santo. Por tanto, pertenece exclusivamente al 
					Hijo de Dios (Romanos 1:1-3, 7; 2 Juan 3).
					1.2.6 El Señor Jesucristo, Dios con 
					nosotros
					El Señor Jesucristo, en lo que respecta a 
					su naturaleza divina y eterna, es el verdadero y unigénito 
					Hijo del Padre, pero en lo que respecta a su naturaleza 
					humana, es el verdadero Hijo del hombre. Por lo tanto, se le 
					reconoce como Dios y hombre, quien por ser Dios y hombre, es 
					“Emanuel”, Dios con nosotros (Matero 1:23; 1 Juan 4:2, 10, 
					14; Apocalipsis 1:13, 17). 
					1.2.7 El título Hijo de Dios
					Siendo que el nombre Emanuel abarca lo 
					divino y lo humano, en una sola persona, nuestro Señor 
					Jesucristo, el título Hijo de Dios, que describe su debida 
					deidad, y el título Hijo de Hombre su debida humanidad. De 
					manera que el título Hijo de Dios pertenece al orden de la 
					eternidad, y el título Hijo de Hombre al orden del tiempo 
					(Mateo 1:21-23; 2 Juan 3; 1 Juan 3:8; Hebreos 7:3; 1:1-13).
					1.2.8 Transgresión de la doctrina de 
					Cristo
					Por tanto, es una transgresión de la 
					doctrina de Cristo decir que el Señor Jesús derivó el título 
					de Hijo de Dios sólo del hecho de la encarnación, o por su 
					relación a la economía de la redención. De modo que negar 
					que el Padre es un Padre verdadero y eterno, y que el Hijo 
					es un Hijo verdadero y eterno, es negar la distinción y la 
					relación en el Ser de Dios, una negación del Padre y del 
					Hijo, y una sustitución de la verdad que Jesucristo fue 
					hecho carne (2 Juan 9; Juan 1:1,2,14,18,29,49; 1 Juan 2:22, 
					23; 4:1-5; Hechos 12:2).
					1.2.9 Exaltación de Jesucristo como Señor 
					El Hijo de Dios, nuestro Señor 
					Jesucristo, después de limpiarnos del pecado con su sangre, 
					se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 
					sujetándose a El, ángeles, principados, y potestades. 
					Después de ser hecho Señor y Cristo, envió al Espíritu Santo 
					para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla y 
					confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios el 
					Padre hasta el fin, cuando el Hijo se sujete al Padre para 
					que Dios sea todos en todo (Hebreos 1:3; 1 Pedro 3:22; 
					Hechos 2:32-36; Romanos 14:11; 1 Corintios 15:24-28).
					1.2.10 Igual honor para el Padre y el 
					Hijo 
					Siendo que el Padre da al Hijo todo 
					juicio, no es sólo un deber de todos en el cielo y en la 
					tierra postrarse ante El, sino que es un gozo inefable en el 
					Espíritu Santo adscribir al Hijo todos los atributos de la 
					deidad y rendirle todo el honor y la gloria contenidos en 
					todos los nombres y títulos de la Deidad excepto los que 
					denotan relación (vea los párrafos b, c, y d), honrando así 
					al Hijo como se honra al Padre (Juan 5:22, 23; 1 Pedro 1:8; 
					Apocalipsis 5:6-14; Filipenses 2:8, 9; Apocalipsis 7:9, 10; 
					4:8-11).
					1.3 LA DEIDAD DEL SEÑOR JESUCRISTO 
					El Señor Jesucristo es el eterno Hijo de 
					Dios. La Biblia declara:
					1.3.1 Su nacimiento virginal (Mateo 1:23; Lucas 1:31, 35).
					1.3.2 Su vida sin pecado (Hebreos 7:26; 1 Pedro 2:22).
					1.3.3 Sus milagros (Hechos 2:22; 10:38).
					1.3.4 Su obra vicaria en la cruz (1 Corintios 15:3; 2 
					Corintios 5:21).
					1.3.5 Su resurrección corporal de entre los muertos (Mateo 
					28:6; Lucas 24:39; 1 Corintios 15:4).
					1.3.6 Su exaltación a la diestra de Dios (Hechos 1:9, 11; 
					2:33; Filipenses 2:9-11; Hebreos 1:3)
					1.4 LA CAÍDA DEL HOMBRE
					El hombre fue creado bueno y justo porque 
					Dios dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a 
					nuestra semejanza”. Sin embargo, el ser hombre por su propia 
					voluntad cayó en transgresión, incurriendo así no sólo la 
					muerte física sino también la espiritual, que es la 
					separación de Dios (Génesis 1:26, 27; 2:17; 3:6; Romanos 
					5:12-19).